En un principio, Colombia no fue la excepción. El país sudamericano, con su importante línea costera en el Pacífico, había ordenado la evacuación preventiva de playas y zonas costeras ante la inminente llegada de las ondas del tsunami. Sin embargo, horas después del evento en Rusia y tras un monitoreo constante de las condiciones oceánicas y la trayectoria de las olas, las autoridades colombianas decidieron rebajar el nivel de alerta. Esta decisión se tomó en consonancia con lo actuado por otras naciones del Pacífico como Hawái, Japón, China y Filipinas, que también modificaron sus alertas iniciales tras evaluar que el impacto sería menor de lo previsto.
Este terremoto se suma a una lista selecta de los sismos más poderosos que la humanidad ha documentado. Entre ellos se encuentran el megaterremoto de Valdivia, Chile, en 1960 (magnitud 9.5), el de Alaska en 1964 (9.2), y el devastador terremoto y tsunami de Sumatra en 2004 (9.1), que dejó cientos de miles de víctimas. El sismo de Fukushima, Japón, en 2011 (9.0), también figura en esta trágica lista.
Si bien las primeras evaluaciones no reportan daños masivos en Kamchatka, la alerta de tsunami en el Pacífico es un recordatorio de la fragilidad de las zonas costeras ante la furia de la naturaleza y la importancia de los sistemas de alerta temprana y la preparación de las comunidades. La atención del mundo se mantiene fija en el Pacífico, a la espera de la evolución de este evento sísmico. La rapidez con la que se actuó inicialmente y la posterior revisión de las alertas demuestran la eficacia de los sistemas de monitoreo global para salvaguardar la vida de los habitantes de las zonas costeras.